
Ya no está. Ya no vive nadie allí. Pero el amigo del abuelo tenía siempre uvas. Siempre. Íbamos a su casa. Nos sentábamos con él. El abuelo sabía que me gustaban mucho e íbamos. Ataba al perro. El abuelo lo acariciaba para que viera que no pasaba nada, que no hacía nada. Pero luego lo ataba. Sabía que me daba miedo. Y nos sentábamos con el hombre, que me cogía las más dulces. El patio era verde. Se estaba bien. Olía a verano. Ellos se bebían su copa de lo que fuera. De vino o de lo que fuera. A veces me dejaban probar. Mojarme los labios. Y hablaban. De la guerra o del campo. Yo seguía con mis uvas. Miraba al perro. Su cuerda. Se estaba bien. Hoy he pasado por la casa. No sé por qué. Todo está sucio. Todo está viejo. Ya no vive nadie allí.
Fin