Lecturas

Poemas. Else Lasker-Schüler.

Todo el pesar, todos los dones,
tempranos a nuestra sangre:
cuando hayamos, pues, sufrido,
¿Habrá bastado?

Fragmento final de “Antaño” (Einst), publicado por primera vez en el año 1.934
Gottfried Benn

La amante de aquel entonces de Benn, Lili Breda, se había suicidado el 1 de febrero de 1.929. La amante de siempre, seguía muriéndose de pena. El amor mata. Lento. Lento. Como un piano. Cáncer dulce. De noche. Llueve. El radiador está frío. La cena helada. El vino reseco. Te has dormido. Sin querer. Como todas las noches. Y llueve también dentro. Los huesos gotean. El corazón resbala. Despiertas. Podría ser más triste. Podría sonar Chopin. El nocturno más triste que tenga. El 48. Más triste que melancólico. A veces se confunden los dos sentimientos. Pero en el 48 no. En el minuto cuatro. En el segundo cuarenta. Ahí no. Ahí el pianista debe ralentizar el tempo para enfatizar los acordes de la mano izquierda. Para dar a la frase su peso. Su fuerza. Rubinstein lo hacía. Tenía cincuenta y ocho años cuando Else Lasker-Schüler murió.

Ha envejecido la luna.
La noche ya no despertará.

¿Es preciso que amanezca? Algunas preguntas son brutales. Duelen. Rajan. Abren. Cavan. Escarban. Buscan. El fantasma. El dolor fantasma. Como una cirugía. Duele. Duele. Duele preguntarse las cosas. Y no dejamos de preguntarnos. Una y otra vez. De noche. Sin poder volvernos a dormir. Apagada. Negra. Grasa. Sucia. Oscura. Lúgubre. Triste. Tétrica. Infeliz melancolía. Como un ungüento que sorbemos: melancolía. Esa nada que duele. Que calma. Cruel. Como abril. En abril, el invierno aún no se olvida. Se retuerce. Lejos. Lejos de hoy. Pasado. Indeterminado. Pero tan cerca. Tan dentro. Duele. Duele pensar: antaño. Lo peor de todo es que nos gusta hacerlo. Una y otra vez: antaño.

Todo está muerto,
Sólo tú y yo no.

La lucha contra el demonio. Stefan Zweig.

«He aprendido a vivir; prolongadme, oh dioses, el tiempo.» Goethe.

La piel es fina. Demasiado fina. El aire pesa. Carga los pulmones. Duele. Duele. Duele estar vivo. Despertar. Ducharse. La oficina. Comer. Volver. Sacar al perro. Volver. Duele. Cansa. Cansa y duele. Cenar. Ver la tele. Acostarse. Despertar. Ducharse. La oficina. Comer. Volver. Sacar al perro. Volver. Volver. Siempre volver. Siempre hacer. Lo mismo. Siempre lo mismo. El demonio quiere siempre lo mismo. Un día no podemos respirar. El aire asfixia. Las manos pican. Como hormigas. Calambres en la cabeza. Sin sueño. Miedo a dormirnos. Miedo al humo de los coches. Al cáncer. A la composición de un paquete de galletas. Y lo llaman ansiedad. O neurosis. O trastorno. Trastorno. El demonio lo quiere así. El demonio da nombres. Para no ser nombrado. No somos Hölderlin. No somos Kleist. No somos Nietzsche. Pero tenemos al demonio. Ahí. En las cosas normales. No en la muerte ni en el enamoramiento. No. Las cosas normales son las peores. En ellas está el demonio. En el despertar. En la ducha. En la oficina. En el pan. En el perro. En la cena. En el televisor. En el sueño. En el sueño. Kant duele. Su metafísica. Su dibujo en los libros de filosofía. Pequeño. Sin sueño. No dormía. En los libros dice que no dormía casi. Con sus ojos de lechuza. Seis horas o así. Murió viejo. Para su época. Morir viejo está bien. Es bonito. Es ist Schön. Genug. Genug. Se dice que Kant murmuraba eso, genug. Al expirar. Basta. Basta. Suficiente.

Máscara mortuoria de Immanuel Kant. Museo de arte de la Universidad de Tartu.

«Muy a menudo, el corazón del hombre permanece dormido, como una simiente que estuviera envuelta en inerte cáscara, hasta que un día llega su hora«. «La encina muerta resiste a la tempestad, pero la sana sucumbe y cae al suelo deshecha porque el viento la puede agarrar por su testa coronada«. O «si miras largo tiempo hacia el abismo, llegas a sentir como si el abismo te mirase a ti«. Frases. Frases. Frases. Todo es eso: encontrar una frase. Una que nos consuele. Que nos ayude a vivir. Antes del fin. Porque «uno quiere llegar al final antes de que llegue el final«. Hans Mayer. Empédocles se arroja al Etna. El Príncipe de Homburg se disuelve en su oscuro sueño. Zaratustra sorbe el veneno de la pureza. Nosotros hacemos lo mismo. Nos quemamos. Nos sacamos los ojos. Nos envenenamos. Pero no morimos. No morimos. El demonio no nos quiere. Quemados. Ciegos. Venenosos. No nos quiere. Somos Nietzsche. Somos Kleist. Somos Hölderlin. Perdemos nuestra lucha. Cada día. Hemos perdido.

Fin

Poesía completa. Georg Trakl.

«Yo no he nacido sino a medias».

Ya no tenemos nada que buscar –
harto está el corazón – vacío el mundo.

Novalis. Himnos a la noche, VI

¿Cómo vamos a dormirnos? Fuera está la ventana. Azul. Negra. Más azul por la luna. Fuera está nuestra ventana, negra de noche y cargada con las despedidas. Todo se ha cumplido. Todo está azul. Tan azul. Esperamos al sol que viene, que viene en su tren. Viene y pregunta: ¿qué soy yo?, y agoniza en la misma estación, respirada fríamente por la luna. ¿Seré nada?. La luna lo enferma, de miedo en los pulmones lo enferma, lo llena de azul, de frío azul, y nosotros esperamos, con el ojo tibio, esperamos para no caer en el daño de la luna, esa esquelética y fría luna de la ventana. Solo queda luna en la ventana. Blanco. Hueso. Blanco hueso. Luna como un cadáver que arrastra la corriente azul, fría, friísima, y estamos esperando al sol que no sabe ser, que no sabe qué es, ¿será una costra? No preguntarse nada, no, no vigilar los pensamientos, porque fuera está la luna, como un corcho que ahoga. Queremos dormir. Solo dormir. En la costra. En la herida. El viejo sueño. Cogemos el libro de la mesilla. Trakl. No lo cogemos. No hace falta. Nos lo sabemos. Lo hemos aprendido. De memoria. De mirar la ventana. Tantas noches. Voces de gatos muertos. Ladridos sangrientos. El cristal grita. Culpa. Sueño. Cueva. Rojo. Azul. Negro. Las campanas se apagan en la iglesia. Entre escalofríos, tiembla el miedo de dios. La cáscara. Nos apretamos dentro. Con los ojos muertos. Con la ceniza de la garganta. Secos. Duros. Como una ruina. La noche cambia la imagen. El espejo. La soledad se vuelve ruidosa. Chilla. Deforme. No puedes dormir. Sangre triste. La ventana tiñe el techo. Te aprietas dentro. El dolor. La piel mordida. Como la madera de las ramas. Huida. Muda. Con toda su alma. Trakl. Coges el libro que hemos soltado. Sueltas el libro que cogemos. No puedes leer. No puedes dormirte. Amanece.