El viudo

Magia de los peces. Paul Klee. Año 1.925.

El semáforo está verde. Otra vez. No cruzamos. Casi nadie se mueve. Un policía nos apunta todavía. Con la mano en alto. Señala a los que pasan con el otro brazo. No terminan. Miro la fila de ciclistas. Como hormigas. Tan apretada. No termina. No sé cómo no se caen. Todos llevan la misma ropa. Los mismos colores. Verde. Naranja. Rojo. Los cuento. Desde el no sé cuántos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Entre el cuatro y el cinco un hueco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Así hasta que me canso. Tengo tres páginas escritas. J. me dijo que anotara lo que hicieran los peces. Todo lo que hicieran. En la oficina hoy he pensado en ellos. En cómo estarán. No se hacen caso. No se miran. No se hablan. No se comen. Un hombre mayor se queja de la carrera. De que permitan hacerla en mitad de la calle. Que no nos pueden dejar aquí sin pasar, dice. Lo miro. Lleva bastón. Miro el bastón. Como si me mirara los zapatos. Si lo pienso, nunca he mirado uno. A veces me pasa. Con la llave del buzón. Con una hormiga. A veces me quedo quieto con una baldosa. Con las que tiene alrededor. Ya pasan los últimos. El viejo resopla. No sé por qué, pienso que es viudo. Mira al policía y gruñe: payaso. Pienso en si con las tres páginas será bastante. Cuando J. vuelva. Su madre siempre escribía más. Cuando se los dejábamos. En vacaciones. Escribía más de una página al día. Una página y media o más de cómo están los peces. Cuando se los dejábamos. J. lo leía todo esa misma noche. El mismo día que regresábamos, esa noche, lo leía todo. Como un diario. Veintidós del siete. Catorce y veintidós. Hoy tardan más en comer. El amarillo no. El amarillo termina en seguida. Como siempre. Pero el resto se queda un tiempo nadando. Buscando más comida. Catorce y treinta y siete. Casi todos se han escondido debajo de las piedras. Los blancos siguen buscando más comida. El agua está bien. No hace falta limpiarla todavía. Como un diario. Antes tenía peces nocturnos. No podía darles la luz. No comían. No podía verse la tele. Había que bajar las persianas. Apagar todo. Para que comieran. Si no, se morían. No sé por qué le gustan tanto los peces. El policía mueve las vallas. Se puede pasar ya. La carrera sigue más adelante. Han pasado todos ya. Los últimos y las ambulancias y todos. Verde. Naranja. Rojo. Como el acuario. Me acuerdo. Tengo que comprar la comida para los peces. Me voy.

Fin

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