Sin calle

Charles Chaplin. Tiempos modernos.

Hoy he visto a un hombre con gorra en la calle de la estación. Detrás de la estación. Estaba con un palo. Todo el mundo aparcaba ahí, pero ahora que han puesto macetas a un lado, caben menos coches y en la otra acera están los cubos. Y el hombre con gorra estaba con un gancho, hurgando dentro del de la ropa. A su lado llevaba un carro de supermercado con cables y un microondas y cables que asomaban del microondas. Por detrás del microondas. Y me he parado y he sacado el móvil para no sentirme rara de quedarme así parada, en mitad de la calle, sin hacer nada. Y he hecho como que hablaba. He dicho: ¿sí? No, no estoy en la oficina. Y miraba al hombre, cómo doblaba la espalda y el brazo y cómo se estrujaba para sacar algo de ropa del cubo de la ropa, y la ha sacado, ha sacado una sudadera gris que parecía sucia y una zapatilla. Y la zapatilla era del mismo color sucio que la sudadera, pero blanca, pero a lo mejor la sudadera era simplemente gris y no estaba sucia. La zapatilla sí. Y he pensado: seguro que se mete otra vez. Sí, he dicho: ahora en cuanto llegue te lo mando por correo, mientras no dejaba de mirar de vez en cuando al hombre y pensaba: seguro que ahora se mete otra vez. Pero no. Mientras dejaba de hablar sola, de hacer como que hablaba, el hombre se ha ido, ha echado la sudadera y la zapatilla a su carrito, y se ha ido empujándolo, por donde pasan los coches. Y la sudadera y la zapatilla, como vomitadas junto a los cables y junto al microondas y junto a los cables que asomaban detrás del microondas se han ido con él. Y me he sentido tonta pensando en la otra zapatilla y pensando en que yo habría buscado la otra, porque no se me ocurría que pudieran haber echado una sola. Una sola no. Eso era tonto. Y me he sentido tonta con el móvil en la mano y en la cara y con la mano cansada y lo he guardado, pero antes he dicho: venga, hasta ahora. Y lo he guardado. Y me he ido. Luego al pasar por la librería, en el escaparate tenían el libro del famoso ese que se está muriendo. Y he pensado: ha escrito un libro. Ahora que se muere. Y he pensado: ¿para qué? Creo que sin querer. Y también: para vender. Y he pensado en la familia, en los hijos sobre todo, pero se me ha ocurrido pensar en la familia y me he dicho: para dejarles más dinero. Y luego: pobre. Y en la oficina casi me ha parecido que tenía que escribirle un correo a alguien. Pero ha sonado el teléfono y se me ha olvidado.

Fin

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *